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18 de octubre de 2010

Horizontes culturales de Mesoamérica


La historia de Mesoamérica se divide en horizontes culturales o periodos. El nombre puede cambiar de acuerdo con los autores consultados, pero en general se acepta la división en tres grandes etapas, apuntadas someramente en los siguientes apartados del artículo. Se aclara que las fechas de conclusión de cada uno de los periodos también dependen del desarrollo histórico de cada cultura o área cultural.

 Período Preclásico (aprox. 2500 a. C. - 200 dC)
El comienzo del Período Preclásico es definido casi siempre a partir de los indicios más antiguos de la fabricación de cerámica. Los más antiguos de ellos fueron encontrados en Guerrero, cerca de la localidad de Puerto Marqués, y se calcula que datan del año 2440 a. C. Los primeros 1.300 años de este período son definidos como Preclásico Temprano. Se trata de una dilatada época en la que se van desarrollando lentamente los rasgos característicos de Mesoamérica. En este tiempo, los procesos de sedentarización y la práctica de la agricultura se hallan plenamente consolidados. No obstante, los mesoamericanos del Preclásico Temprano debían complementar sus actividades económicas con pesca, recolección y caza. La gente vivía en pequeñas aldeas de casas de barro, con una población reducida. Hacia el final de este horizonte algunas de ellas crecieron en población y llegarían a ser dominantes, como El Opeño en Occidente; Tlatilco, Coapexco y Chalcatzingo en el Centro; y San José Mogote en Oaxaca.
El desarrollo de estas aldeas es considerado como el marcador del inicio del Preclásico Medio (1200-400 a. C.). La vida aldeana se volvió más compleja, y se establecieron redes de intercambio interregional entre las poblaciones dominantes. En virtud de esas redes, algunas de las grandes aldeas extendieron su influencia en regiones muy amplias de Mesoamérica.
Durante este periodo tiene lugar el desarrollo de la cultura olmeca, que resume todos los desarrollos culturales de los mesoamericanos de aquel tiempo. De esta cultura son los primeros indicios de escritura y del uso de calendario. Debieron tener una estructura social muy compleja que les permitió desarrollar su escultura y arquitectura monumentales. Los principales sitios de esta cultura son La Venta, Tres Zapotes y San Lorenzo, ubicados en la llanura costera del Golfo de México. También se ha encontrado evidencia de ellos en Teopantecuanitlán (Guerrero), y en Chalcatzingo (Morelos), y se presume que sus relaciones con las áreas oaxaqueñas y Maya contribuyó con el desarrollo cultural de esas regiones.
La declinación de la cultura olmeca dio origen al periodo Preclásico Tardío (400 a. C.-150 d. C.). Se trata de una época de diversificación cultural y asimilación de los elementos olmecas en los sistemas culturales de cada pueblo. Con esa base dieron comienzo varias de las tradiciones más importantes de Mesoamérica. Sin embargo, Cuicuilco, en el sur del valle de México, y la Chupícuaro, en Michoacán, serían las más importantes. La primera llegó a convertirse en la mayor ciudad de Mesoamérica y principal centro ceremonial del Valle de México; y mantenía relaciones con Chupícuaro. La declinación de Cuicuilco es paralela a la emergencia de Teotihuacan, y se consuma con la erupción del Xitle (circa 150 d. C.), que motivó la migración de sus pobladores al norte del valle de México. La cultura Chupícuaro es conocida sobre todo por su producción alfarera, cuyas huellas se han detectado por una amplia zona ubicada entre el Bajío y la cuenca lacustre.
Hacia el final del Preclásico había comenzado la planificación de las ciudades que llegarían a ser emblemáticas de Mesoamérica, como Monte Albán y Teotihuacan.

Período Clásico (aprox. 200 - 900)
Este período está marcado por el apogeo teotihuacano y concluye con las migraciones nahuas y el establecimiento de centros regionales en el valle de México. Se divide en dos periodos: el Clásico Temprano y el Clásico Tardío.
El Clásico Temprano abarca los primeros 400 años del periodo, y coincide con la época de mayor apogeo de Teotihuacan. Durante este periodo se consolidó el proceso de urbanización que se observaba desde el Preclásico Tardío. De esta suerte, nacieron ciudades como Cholula, en el valle Puebla-Tlaxcala; Monte Albán en los Valles Centrales de Oaxaca, Tikal y Calakmul en el área Maya (la primera ciudad, en Guatemala y la segunda en México). Las obras hidráulicas que permitieron la alta eficiencia de la agricultura mesoamericana también estaban bien desarrolladas en esta época.
La escena histórica fue dominada por los teotihuacanos, que convirtieron a su ciudad en el centro de una amplia red de intercambios comerciales que involucraban especialmente a todos los pueblos mesoamericanos y de Oasisamérica, de los cuáles se obtenía la turquesa, uno de los artículos suntuarios más característicos de la civilización mesoamericana. Los teotihuacanos monopolizaban la distribución de la cerámica Anaranjado Delgado, una de las más finas y apreciadas de la época, producida en Puebla, y las minas de obsidiana, alabastro y otros minerales de vital importancia para la vida cotidiana de los antiguos mesoamericanos.
Estos productos eran intercambiados con otros pueblos por mercancía de la cuál los teotihuacanos no disponían en su área de influencia directa. Teotihuacan, además, fungía como gran intermediario entre las diferentes regiones de Mesoamérica. La importancia de las rutas comerciales controladas por los teotihuacanos está reflejada en el crecimiento de poblaciones en el área Norte de México, que durante esta época queda integrada en la civilización mesoamericana. Entre estas ciudades se cuentan Altavista y Loma de San Gabriel.
Teotihuacan era una ciudad cosmopolita y multiétnica. En ella se ha encontrado indicios de presencia oaxaqueña y de los pueblos del Golfo, que ocupaban barrios enteros de la ciudad. De igual manera, es patente la presencia teotihuacana en Monte Albán y en Tikal, corazón del área Maya que por aquel tiempo vivía su primer periodo de apogeo.
Hacia el año 600 comenzó el proceso de declinación de Teotihuacan. Este hecho marca el inicio del Clásico Tardío, caracterizado por la época del gran florecimiento de las culturas maya y zapoteca, y las modificaciones en el panorama político del Centro de México (que afectaron a Mesoamérica entera).
Los mayas habían mantenido relaciones comerciales con Teotihuacan a durante el Clásico Temprano. Algunos autores sospechaban que la presencia de rasgos culturales teotihuacanos en Tikal y otros centros importantes de la zona sugería que los mayas habrían estado sujetos al dominio directo de los teotihuacanos. Sin embargo, interpretaciones más recientes de esos materiales apuntan a que la relación entre Teotihuacan y los mayas fueron de otra índole, comercial seguramente. A la luz de este enfoque, la presencia de elementos y objetos del altiplano en Tikal (Guatemala) puede interpretarse como una estrategia de la élite maya para conferirse legitimidad a sí misma, las ciudades que dominaban en dicha época eran al norte Teotihuacan y en el sur, las ciudades rivales de Tikal y Calakmul.
Con la decadencia consumada de Teotihuacan, en 750, las ciudades mayas también entraron en crisis. Se especula que una combinación de desórdenes políticos, en el contexto de un desajuste climático, puso en jaque a los gobernantes de muchas ciudades de la región. De esta manera, la cultura maya clásica encontró su fin hacia el año 800.
Sin embargo, recientes estudios realizados en Guatemala y sur de México demuestran que no hubo problemas climáticos, sino guerras internas, entre ciudades y gobernantes, lo que obligó a los pobladores a huir y establecerse en diversas regiones.
Los zapotecos fueron otro pueblo que mantuvo relaciones con Teotihuacan. Pero en este caso, las relaciones iban más allá del intercambio comercial: eran aliados. Como se dijo más arriba, en Teotihuacan fue encontrado un barrio completo de zapotecos, que tenía su correspondiente en la metrópoli oaxaqueña. Cuando se vio interrumpida la relación, por la emergencia de Estados rivales de Teotihuacan en el Centro de México, los zapotecos continuaron con su desarrollo cultural autónomo, que vio la época de mayor florecimiento entre los años 750 - 850. Sin embargo, como ocurrió en el caso de Teotihuacan y el área maya, la capital zapoteca también declinaría y sería finalmente abandonada.
Aprovechando la debilidad de las metrópolis, varias ciudades cobraron fuerza y tomaron posiciones centrales en las rutas de intercambio que sostenían la hegemonía de Teotihuacan. En este panorama, surgieron centros regionales en el Centro de México: Xochicalco, en Morelos, controlaba el comercio con el Área Maya; Cholula, en Puebla-Tlaxcala, hacía lo propio con el sureste; Teotenango, con el Occidente de México. El creciente poder de estas ciudades -y otras como Cacaxtla y Cantona- terminó por estrangular a Teotihuacan, que colapsó hacia el año 750.
Este periodo es conocido como Epiclásico, y se trata de una época de fuertes desórdenes y reacomodos políticos, y culmina con las primeras migraciones de los pueblos del Norte de México (entre los cuales venían los nahuas) motivadas por las sequías prolongadas que arruinaron las sociedades agrícolas de la región. Los mismos centros regionales que rivalizaron en esta época fueron construidos con el aporte de pueblos migrantes (por ejemplo, los olmeca-xicalancas que arribaron a Cacaxtla y Xochicalco en esa época). De esta manera, la civilización mesoamericana reforzó su carácter multiétnico.

Periodo Posclásico ( 800/ 900 - Conquista española)
El Posclásico es dividido por los arqueólogos en dos épocas, el Posclásico Temprano (800/900 - 1100), dominado por Tula y la cultura tolteca; y el Posclásico Tardío, tiempo del imperio mexica (1100 - 1521/1694). Siempre es conveniente aclarar que la calendarización es variable de acuerdo con la historia regional, dado que normalmente se toma como referencia lo que ocurría en el centro de México.
Se suele considerar que el Posclásico fue una época dominada por pueblos guerreros y sanguinarios que causaron la ruina de las culturas clásicas, característicamente pacíficas y entregadas a la religión. A la construcción de este arquetipo contribuyó de manera notable Román Piña Chan. Sin embargo, como señala López Austin en El pasado indígena, el belicismo también estuvo presente en los periodos anteriores, especialmente entre los mayas. Lo ocurrido durante el Posclásico sería la exacerbación del carácter guerrero de las sociedades mesoamericanas, debido en parte a la gran competencia entre Estados muy poderosos y a las migraciones.
Las migraciones marcan la pauta del Posclásico Temprano. Se trataba de pueblos norteños que habían sido empujados hacia el sur, ya por el expansionismo de otros grupos beligerantes o por el desastre ecológico que ocasionó la caída de las culturas del Norte de Mesoamérica. A estos grupos se les conoce como chichimecas, un término recogido por los cronistas de Indias de sus informantes, y que equivale a bárbaro. La descripción de estos grupos como bárbaros no es muy adecuada, en tanto que, por principio de cuentas, muchos de ellos formaban parte de la esfera de influencia de Mesoamérica, y en última instancia, no constituían una unidad étnica.
Fueron muchos los grupos que llegaron a Mesoamérica durante este periodo. Entre ellos podemos contar a los tlahuicas, que ocuparon el valle de Morelos, y otros grupos de filiación nahua que se tomaron posesión de la cuenca lacustre de México y del valle poblano tlaxcalteca. Con ellos venía un grupo, comandado por Mixcóatl, que se asentó en Culhuacán y se mezcló con la población originaria, afín a la teotihuacana. Más tarde, el hijo de Mixcóatl, Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl, partiría de Culhuacán hacia el norte, donde fundó Tula.
Los toltecas iniciaron un proceso de expansión, que los llevó a establecer relaciones con otros Estados importantes, que también buscaban el respaldo de Tula para legitimarse. Tal es el caso del efímero Estado mixteco de 8 Venado Garra de Jaguar, que tras derrotar a varios de los más importantes señoríos del siglo XI, forzó la unificación política de buena parte de la Mixteca bajo su persona. Para hacerlo, recurrió al prestigio de Tula como centro hegemónico, con el que estableció alianza. Sin embargo, 8 Venado fue asesinado y tras ello, la Mixteca entró en un proceso de desintegración. Más tarde, los mixtecos habrían de invadir el territorio tradicional de sus vecinos zapotecos, desplazándolos hacia el istmo de Tehuantepec, en el oriente. La relación entre el Estado tolteca y los reinos yucatecos ha desconcertado a los arqueólogos. El extraordinario parecido entre Tula y Chichén Itzá es el motivo de ello. Se ha sugerido que Tula colonizó la península de Yucatán; o que cuando la élite tolteca fue expulsada de la ciudad, sus vínculos con los itzáes (pueblo de filiación maya que vivía a la sazón en Campeche) les permitieron ocupar por la fuerza la ciudad de Chichén. En cualquiera de los dos casos, los recién llegados habrían decidido edificar una réplica de la antigua capital. La hipótesis contraria, sostenida por Piña Chan, convierte a Tula en una colonia y réplica de Chichén.
Sin embargo, es más plausible que el fenómeno de las ciudades gemelas separadas por cientos de kilómetros tenga una explicación similar a la ofrecida para el caso de la presencia teotihuacana en Tikal. Es muy probable que grupos migrantes, portadores de la cultura tolteca (o zuyuana, como la llaman López Austin y López Luján), se hayan instalado en Yucatán y hayan terminado por fundirse con los nativos y llegar a ocupar posiciones privilegiadas. Para legitimar su poder debieron recurrir a su antiguo vínculo con Tula, considerada la ciudad de Quetzalcóatl, y ello explicaría la presencia de ciertos rasgos típicos del Centro de México en las artes mayas de aquel tiempo.
La caída de Tula está relacionada con la misma inestabilidad política interna que había motivado su expansión. La ciudad fue semiabandonada, y muchos de sus pobladores huyeron hacia la cuenca lacustre de México, para asentarse nuevamente en al pie del Cerro de la Estrella. Al mismo tiempo, se producían nuevas migraciones, como la de los pipiles y nicaraos hacia Centroamérica, o la de los mexicas, hacia el centro de México.
Durante el periodo comprendido entre la caída tolteca (ca. 1100 d. C.) y la derrota de Azcapotzalco por Tenochtitlan (1430), hubo un vacío de poder, aprovechado por ciudades de menor envergadura que cobraron un nuevo y breve florecimiento. Entre ellas se cuenta Cholula, ciudad de añeja tradición y relacionada con el culto a Quetzalcóatl, y Culhuacán, que fue ocupada por refugiados toltecas.
A la llegada de los mexicas a la cuenca lacustre, la escena era dominada por los tepanecas de Azcapotzalco, pues Culhuacán había entrado en decadencia. Tras un periodo de constante cambios de residencia, se establecen en el islote de México, en territorio de Azcapotzalco. Sin embargo, establecieron una alianza con los culhuas, rivales de los tepanecas, a los que finalmente derrotaron en compañía de Texcoco y Tlacopan, coaligados en la Triple Alianza.
De esta manera, comenzó un periodo expansionista militar y comercial encabezado por los mexicas, que llegó a dominar casi toda Mesoamérica. El expansionismo estaba basado en la ideología religiosa de los mexicas, quienes se consideraban a sí mismos como hijos del Sol. En tanto que sus hijos, los mexicas tenían la obligación de proporcionar alimento a los dioses (sangre y corazones, que en la religión mesoamericana eran símbolos del tonalli o fuerza cósmica), por lo que emprendían guerras con la misión de capturar presos. Es por ello que permitieron la relativa independencia de Tlaxcala, de la que obtenían cautivos en las Guerras Floridas (Xochiyáotl) necesarios para el sacrificio ritual.
Además de Tlaxcala, permanecieron imbatibles Meztitlán, al norte; Teotitlán del Camino, al oriente; Yopitzinco, en la costa de Guerrero; el señorío mixteco de Tututepec y el reino zapoteca de Tehuantepec. Estos dos últimos se coaligaron y le propinaron al ejército mexica una memorable derrota en Guiengola. El tlatoani mexica, para evitar consecuencias más graves, decidió casar a su hija con el rey de los zapotecos, Cocijoeza.
Otro de los rivales imbatibles de los mexicas fue el Estado purépecha. Su formación comenzó alrededor del año 1450, como producto de la unión de un pueblo llegado del norte (los uacúsechas) con los pobladores nativos. Los purépechas tuvieron tres capitales sucesivas (Pátzcuaro, Ihuatzio y Tzintzuntzan), ubicadas en las inmediaciones del lago de Pátzcuaro. Con el tiempo, la supremacía la conservó Tzintzuntzan. A partir de allí tuvo lugar el expansionismo de los purépechas, que los llevó a ocupar el actual estado de Michoacán y áreas circunvecinas. En su expansión hacia el oriente, se encontraron con los mexicas, con quienes se enfrentaron en varias ocasiones, y no pudo vencer un bando al otro definitivamente.
Mientras tanto, en Yucatán, los itzáes habían sido expulsados de Chichén por los cocomes de Mayapán, con lo cual se rompió la alianza establecida entre estos reinos y Uxmal. Esta confederación es conocida con el nombre de Liga de Mayapán. Al disolverse, la península se vio envuelta en una cadena de guerras entre estados vecinos que disputaban el control político de la región. Ese fue el panorama que encontraron los españoles a su llegada a Mesoamérica en el año 1517.

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